En aras de aportar a la discusión sobre la movilidad en la ciudad de Bogotá voy a decir algunas consideraciones que tal vez hagan abrir los ojos por la sorpresa que les cause a mis amigos opositores de Peñalosa.
El punto es que como ciudadano creado y criado en esta amada Bogotá he podido degustar las iniciativas que desde diferentes ángulos se han propuesto para solucionar o por lo menos atenuar el caos del transporte.
Nos quejamos de la aglomeración y de los apretujos en el Transmilenio y a fe que es cierto pero cuando uno ve los afiches de la Bogotá antigua nota como característica la incomodidad para trasladarse de los bogotanos y diremos entonces que frente a los que cargaban a las señoras en sus espaldas sí hay un avance de movilidad porque la oferta de un solo puesto a varias posibilidades es notoria, más práctico el tranvía eléctrico que el de mulas es evidente y entonces aparecen los buses y el nueve de abril son quemadas las nemesias y quienes están interesados en el negocio los cambian por buses argumentando progreso y bienestar frente a la obsolescencia de los tranvías.
Pero la aglomeración continúa y el sistema apabullante se impone ante una ciudadanía que solo protesta cada vez que reajustan las tarifas, una medida apaciguada por las tarifas diferenciales que se inventaron los negociantes del transporte para calmar las protestas, cuya medida era poner tarifas diferenciales que después con el tiempo, esas ofertas desaparecían y reinaba el reajuste y así todo el tiempo hasta llegar a vuelo de pájaro a estas fechas en las que un alcalde propone y ejecuta por encima de cualquier obstáculo un sistema que es bastante criticado no solo por no ser la solución sino que tiene un ingrediente ético: el mismo gobernante es el vendedor de los buses bautizados como Transmilenio seguramente para dar la sensación del tránsito de un siglo a otro, su labor alrededor del mundo con una carreta bien elaborada está registrada en las fotografías en donde aparece
En otros países convenciendo a gobernantes y funcionarios que tienen que ver con el tema de las bondades de los buses articulados como se le conocen y con resultados excelentes para la empresa que lo contrata y buenos dividendos personales que en ese empuje empresarial y de márquetin lo pone en el escenario de una alcaldía de la importancia como es la de Bogotá y empieza su carrera meteórica por administrar la ciudad e imponer la obsesión de llenar las vías y hacer otras para su proyecto, incluso mentir y tapar que en varias ciudades en donde le hicieron caso tuvieron que desmontar el sistema tan prometedor.
Pero bueno miremos si hay ventajas frente a lo que se empezó a llamar el transporte tradicional o sea caduco y susceptible de superar. Empecemos por decir que hay algunas cosas aceptables como por ejemplo los de las estaciones de cierta manera mejor organizadas que el caos sobre la vía, en esa pelea entre conductores y en medio el pasajero, anotemos también que la información de las rutas son algo que ayuda a orientarse a la gente que de pronto no usa ese destino y le dice donde lo puede dejar démosle una aprobación, máxime que en Bogotá se ha tratado de organizar paradero que solo han quedado algunas puntas metálicas con las cuales nos hemos tropezado porque los vándalos (palabra de moda) los han destruido. Eso no se puede negar,
como tampoco el poder subir y que un letrero o una voz le diga a uno cual es la ruta y evitar estar preguntando si pasa por el cementerio por ejemplo. Pero todas estas bondades a veces un poco exageradas de nuestro alcalde vendedor no solucionan el problema intenso de una ciudad que se desbordó y que se densificó
En un crecimiento tal que alcanzó a muchas más pobladas, y entonces viene la discusión acerca del método mas efectivo para agilizar la movilidad y que hay iniciativas en el mundo por parte de grandes ciudades para utilizar racionalmente el espacio y de esta manera no tanto solucionar sino ir en el camino de descongestionar el tránsito automotor para generar comodidad y velocidad, brindando una mejor calidad en el servicio. Ahí es donde no nos hemos puesto de acuerdo. Si nos atenemos a las ciudades modernas vemos que la propuesta del metro es indiscutible, en contraposición de don Enrique Peñalosa que lo declara mucho mas desventajoso que sus buses pegados y la cosa se agrava cuando el diseño se hace por la misma superficie por donde está congestionado el espacio, con una adición: es aéreo, lo que nos abre grandes interrogantes ¿por encima del Transmilenio? ¿Qué se gana el habitante de la ciudad en movilidad si ese metro entra a disputarse el espacio con los vehículos existentes?
¿Se gana territorio la ciudad? ¡¡Los metros ya son cosa probada!! y la propuesta apta para la serie de los supersónicos, va a congestionar más porque no se gana espacios de movilidad.
La alcaldesa Claudia está a tiempo de hacer todo lo posible para que esa enorme cantidad de dinero no se pierda o se desperdicie sino que sea lo más razonablemente invertida y no le dejemos a las nuevas generaciones un elefante blanco con un exalcalde viviendo en el exterior y los nuevos pidiendo excusas por el error, error que parece ser no quieren repetir los antioqueños que planean su metro subterráneo.
Fotografías: Hernán Riaño