El síndrome PETRO

De una época para acá, hemos presenciado el recrudecimiento de la violencia y el afianzamiento de una clase dirigente que, al ser heredera de aquellos que han gobernado, ha mantenido al país sometido a las más absurdas acciones.

Muertes de líderes, fraude al Estado, robo descarado al erario público, pero sobre todo, el cinismo más rampante que permite que personajes corruptos y con un prontuario sigan determinando la política. Este es un panorama innegable, luego de todas las denuncias acumuladas contra individuos que arreglan sus faltas con fallos absolutorios, burlando de esta manera el Derecho, los códigos y las leyes establecidas.

Es por eso que uno los ve “muertos” de risa ante la opinión pública y los cuerpos colegiados, ya que saben que, sin importar la falta cometida, serán absueltos y además premiados.

Sin embargo, estas actuaciones están formando en la mente colectiva, como si fuera un gran cerebro, ciertas concepciones sobre las ridiculeces de la clase política. Surgen figuras como Gustavo Petro, que marcan una diferencia con el gamonalismo criollo y sacuden el marasmo de corrupción en el que están atrapados. Así es como comienza la campaña contra un enemigo que los amenazas, recurriendo a difamaciones, calumnias, control de prensa y todos los instrumentos a su disposición, sin omitir, desde luego, las amenazas contra su vida y acciones para llevarlas a cabo, con el fin de no soltar el poder. Para ser justos, gran parte de la culpa de lo que culpan a Petro recae en aquellos que ostentan el poder: Hidroituango, el puente de Chirajara, Electrocaribe y agregamos, por ejemplo, la subida sin anestesia de las tarifas del servicio de aseo en Bogotá, al cambiar de la factura del agua a la del luz. Billones se pierden todos los días, pero se hizo famoso el argumento: «Fue culpa de Petro». ¿Petro es responsable del arboricidio en Bogotá?

Todas estas prácticas abusivas van calando en la opinión pública para ir conformando un juicio sobre la situación caótica en la que vivimos, pero lo más importante es que los culpables no hacen ningún esfuerzo por resolver la situación, sino que, le echan más leña al fuego.

Petro no es responsable de que se acuse al presidente de gastar recursos públicos de manera innecesaria; la culpa es de aquel que, siendo presidente, utiliza su poder para organizar comitivas innecesarias y acumula además promesas incumplidas. En este sentido, Petro es una respuesta a la indolencia gubernamental que repite acciones fuertemente criticadas, pero que les resbala. Duele que personajes nefastos anden exhibiendo todas sus credenciales por el mundo después de haber sido acusados ​​y haber tenido la oportunidad de huir impunemente. Duele en la opinión pública que miles de jóvenes hayan sido sacrificados para dar la apariencia de victoria en una guerra que les era ajena. Estos son errores que exigen justicia por parte de aquellos que se niegan a ejercerla.

Por lo tanto, de manera objetiva, podemos afirmar que nuestra incompetente clase política es la que ha contribuido a la formación de Petro. Han fortalecido su posición con discursos absurdos y acciones trágicas, resultado de su administración del país. Sería admirable que cada vez que acusen a Petro, estos líderes reflexionaran y se cuestionaran a sí mismos. Sin duda, eso evitaría la necesidad de que Petro asumiera el papel histórico que está desempeñando.

 

Por Hernando Urrutia Vásquez

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