Que «los árboles impiden a los ciudadanos tomar el sol», nos acota nuestro flamante gobernante de Bogotá: doctor Peñalosa.
Estas declaraciones que no fueron hechas para alguna revista de humor, retrata fielmente el concepto ecológico y el conocimiento ambiental al que le apuesta el alcalde, teniendo en cuenta que hace un tiempo dando unas declaraciones sobre la reserva Van Der Hammenn criticaba a sus defensores porque no había árboles ¡¿entonces qué al fin?
Pero hablemos un poco de lo que es un árbol: regula la temperatura, purifica el ambiente y evita la erosión del suelo. Hágame el favor señor Peñalosa: muchos le piden permiso a los árboles para abrazarlos, ¡usted le debería pedir perdón por arrasarlos! Sus negocios van en contravía con la naturaleza, hasta el punto de querer llenar la ciudad de pasto artificial, flores artificiales y hasta árboles metálicos que sacrifican la vida natural.
Ese árbol que usted arrase, es el mismo que nos va a salvar del calentamiento que produce su cemento y sus bolardos, nos contribuye a los pájaros que todas las mañanas aún nos cantan, pero sin ponerle pilas o enchufarlos para simular su canto. ¿Conoce los copetones señor alcalde? ¿Se acuerda de la cantidad de pajaritos encontrados en la autopista El Dorado? Usted que clama por árboles en la reserva Van Der Hammen, los siente inconvenientes en el resto de la ciudad y es que usted tan europeizante no le ha llegado la historia de aquel gobernante francés que sembró árboles para contrarrestar los olores en esta capital?
Definitivamente señor Peñalosa: ¿Qué dirán las parejitas que bajo la tutela de un árbol se declaran amor eterno? ¿ Y qué de aquellos lectores que enriquecen su conocimiento al cobijo de un árbol, ese mismo icono de los pueblos que establecen su conversación con la complicidad de una hermosa Ceiba?
Y una sentencia para tener en cuenta: el árbol puede vivir sin nosotros, más nosotros no podemos sobrevivir sin el árbol
Escrito por Hernando Urrutia Vásquez
Vientos Stereo