En las redes sociales encontré una nota bastante curiosa y que me llamó la atención y además me indujo a profundizarla, en donde se establecía un juego de palabras que resultó más allá de lo que se creía:
“Fe es creer en lo que no se ve”, pero también es “no creer en lo que se ve” o también (y eso hace la diferencia) no solo de juegos de palabras, “solo ver en lo que se cree”, en todos los casos está impregnada de un fanatismo ciego e intransigente. A los que nos criaron bajo el presupuesto de dejar a lo invisible la verdad sin cuestionar los preceptos divinos, crecimos dejando en las manos de las sagradas escrituras la suerte interpretativa en aras de un buen comportamiento no cuestionando absolutamente nada so pena de ganarnos el infierno y todo lo que dijera la representación de Dios en la tierra era irrefutable e incuestionable.
Con ese parámetro al mando se sacrificaron miles y miles de personas que se consideraban herejes e iban a parar a las piras humanas o a las máquinas de torturas diseñadas con bastante creatividad y que en nuestro territorio llegaron muy cerquita, allí no más a Cartagena.
Pero si cuestionamos el dogma de “Creer en lo que no se ve” hay otro puntico de analizar y es el “no creer en lo que se ve” igualmente peligroso y consiste en cerrar los ojos ante lo que tenemos al frente pero además de los ojos también los oídos que sistemáticamente nos ayuda a bloquear en aras de lo que estamos convencidos, todo lo que no sea fortalecer nuestras convicciones.
Y ante las evidencias nos “enconchamos” hasta el punto de la intransigencia e incluso la agresividad de quienes se vuelven contendores cuya presencia se merece un castigo.
En medio de la obnubilación vamos camino a la alienación que nos convierte en simples borregos con una cassettera que a cada rato nos repite frente a las circunstancias lo que debemos aceptar y lo que no. Si uno descubre a las nuevas generaciones las faltas que cometió la iglesia en la época de la colonización, seguramente se va a ganar (dicho por lo suave) una reprimenda y algo así como “repite como loro lo que le dicen” y sobra decir que el perdido es uno.
Pero la gravedad histórica registrada es esa corriente que se va engrosando y va ganando aceptación no importa el método para conquistar adeptos y que justifica el sacrificio de los demás en aras de lo propio, Las guerras “santas”, las cruzadas, las guerras en general en donde quien lidera las iniciativas electriza y cautiva a las gran masa que le perdona sus defectos y arbitrariedades con tal de que los lleve al supuesto triunfo de sus planteamientos que a veces alcanzan a ser “ideas” ( Hitler, Mussolini, Stalin y la lista es larga ) y enceguecidos por la polarización ejecutan acciones reprobables. Una extensa lista de muertos en la llamada época de la violencia en Colombia nos lo dicen más tangiblemente, en donde bajo el veneno del sectarismo político fueron miles de colombianos quienes cayeron defendiendo las convicciones de los discurseros que los llevaron al abismo a través de las consignas eliminatorias, creando una aureola sin mancha alrededor de su figura, hasta el punto de justificar las masacres a niños, mujeres y ancianos, porque aplicaban la ley de “No creer en lo que vemos”, así que no existía en ese acto un crimen, sino una acción justificada. Pasamos las páginas de la historia y la narración de la misma nos dice que no “debemos creer lo que muchos han visto” las nuevas corrientes que “tampoco creen en lo que se ha visto” representa la otra orilla de “creer en lo que no se ha visto” y más bien aplica el viejo dicho de que “no hay más ciego que el que no quiere ver”. No se explica uno como los artífices de la corrupción, de los recortes de los derechos, de las leyes lesivas contra la población sean perdonados y sigan vigentes y tan campantes en lugares privilegiados de la sociedad y solo puede uno encontrarle razón por el fanatismo y el seguimiento ciego que hace que aplicar “fingir saber lo que no sabes” (la fe, no necesita más explicación) e “ignorar lo que sabes “(ignorar la evidencia) que una es la creencia sin evidencia mientras la otra es ignorar la evidencia misma, la primera no requiere pruebas, la segunda, no las acepta, cada uno se vuelve fanático de “su” verdad
Por Hernando Urrutia Vasquez
Foto: Pagina de facebook de Hernando Urrutia