La fundación de Bogotá

Por: HERNANDO URRUTIA Director de Programación Vientos Stereo

¡Ah! este trotaires ….figúrese con las que sale.

Yo emocionado por la fundación de Bogotá, le pregunto: ¿y va a celebrar?

Sentí apenas un penetrante frio que es como manifiesta su incomodidad

–póngame cuidado –me dijo y empezó:

– -Celebramos recientemente  con bombos y platillos, el día de la fundación de Santa fe de Bogotá.

En los colegios se preparan actividades que recuerdan a los “héroes nobles y leales” además de “honrados guerreros” que “desinteresadamente” llegaron a la Sabana de Bogotá a darnos  la “lección de dignidad”.( su voz sonaba irónica).Un himno le canta a su intrepidez y eleva a un rango de leyenda al conquistador Jiménez de Quezada, quien desenvainó la espada y tomó posesión  en un gesto de “valentía”, frente a unos nativos atónitos y expectantes  que por un momento creyeron que había llegado  la salvación  predicha por sus sacerdotes.

Y nos enternecemos contando que doce chozas (el número de los apóstoles) fueron testigos  de la solemne posesión del suelo a nombre del Rey y de Dios.

Unos dicen que las construyeron, otros que ya estaban y se arma la polémica en torno a esa verdad  histórica válida para las cifras.

Sin embargo detrás de  esa leyenda  de historia patria, podemos deducir algunas cositas importantes para  reflexionar:

Cuál es el contexto real de esa excursión que llegó diezmada por las inclemencias de las selva?¿Qué los movía?

Porqué arriesgarse en tierras desconocidas?

Repasando la historia de ese siglo tenemos una Europa en crisis, con un naciente capitalismo ahogado por   enemigos sociales como el feudalismo y el esclavismo y una necesidad de expandirse. Aparece Colón y aventura su vida y la riqueza de los Reyes que invierten en una empresa de  exploración buscando nuevas rutas bloqueadas por quienes durante ocho siglos se asentaron  en suelo ibérico: los Arabes.

No tenía nada de romántico ni de piadoso y lo que se desata con el descubrimiento de América es  la ambición de  hacer fortuna en territorios que consideraron sin dueño y con licencia para saquear como fuente de propiedad. La fe católica estaba en crisis por la lucha  contra la reforma y los habitantes de estas tierras eran objetivo válido para su extensión. Por eso encontramos el binomio Espada y Cruz.

De manera que  46 años después de la llegada del histórico almirante, un puñado de hombres arriban   a este paraíso y toman posesión de él.

Lo que implica que están  estableciendo una sede administrativa desde donde dominarán extensos territorios y podrán hacer y diseñar planes que les permitan regresar millonarios a sus hogares, y es que establecer un lugar  es importante, porque se empiezan a domesticar los elementos naturales  y a desarrollarse una población,  por lo tanto si Jiménez de Quezada hubiera fracasado, la expedición hubiera seguido por la razón  de la inversión de dineros para recuperarlos luego.

 En esta tarea no importa cuantos mueran a manos de los indios “incivilizados” con categorías por debajo de los seres humanos, además sin alma y poseedores de  pertenencias expropiables a la luz de Dios y el empresario que los contrataba.

Por eso no es raro que se maten entre ellos mismos o que incendien templos para arrasarlos.

La historia está llena de anécdotas de  estos “héroes”  que ganaban títulos y propiedades según el número de indígenas muertos.

La fundación de Bogotá también implica el comienzo de la consolidación de  una cultura  que arrasa a su paso todo lo que no esté en sus presupuestos religiosos, implica la desaparición de las costumbres  nativas o su camuflaje en un mestizaje a la brava. El avasallamiento cultural que narra a estas empresas como “humanitarias y desinteresadas, de resignación histórica y además salvadoras de estas pobres gentes”, como hasta hace poco se  leía en los libros de historia. Nace entonces un discurso ajeno que le dice a los nativos y a la historia que la narrativa de ahora en adelante será de los vencedores, que el saber será de los recién llegados y  que la noción de desarrollo va a ser de los guerreros y empresarios colonizadores los cuales se trenzan en una discusión si los aborígenes son seres humanos, situación en la que tercia la iglesia porque no tendría objeto catequizar animales.

La espada desenvainada  sobre el suelo significa la extensión violenta de un continente que se cree tener la verdad universal y que vio la colonización como algo natural de usurpar. Por eso nacen las capitulaciones o sea el permiso para instalarse en América, la encomienda que era una mezcla de esclavitud y religión una especie de revitalización del esclavismo.

Lo cierto es que  90 millones de  indígenas fueron reducidos a 3 millones en un período de 150 años, en todo el  territorio americano, Que según Ginés Sepúlveda, escribe en 1563 “siendo por naturaleza siervos, bárbaros, incultos e inhumanos rechazan el imperio de los mas prudentes, poderosos y perfectos, el cual deben admitir para gran beneficio suyo”.

En la medida en la que pasa el tiempo se establecen verdades y salen a la luz pública análisis que descubren y revelan realidades, en esa tónica alguien escribió “América nació enferma, económica y culturalmente deforme, porque fue engendrada por la violación étnica mas colosal que conoce la historia”

No era que los malos estaban llegando, era que desde la concepción misma de la expedición tenía el propósito benéfico para unos pero  desastroso para otros.

-Pero si es lo que está pasando,-anoté-, si comparamos aquella situación con la que viven los pueblos  llamados  del tercer mundo, en estos momentos podemos ver que nos siguen viendo como la despensa de sus industrias, que somos fuente de materias primas y pueblos de tercera categoría, ya no está el esclavismo pero está la maquila, no está la casa de Sevilla pero están los pactos comerciales y a OMC e igual la colonia no debe  competir con el imperio y limitarse a consumir los productos de este  y aún sigue existiendo el concepto de la pureza de la sangre o sangre azul que llaman.

La verdad me quedé pensativo… ustedes qué opinan?

Foto: Facebook de Hernando Urrutia

Foto: Hernán Riaño

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