Por: HERNANDO URRUTIA Director de Programación Vientos Stereo
Hay una profesión tan antigua como la prostitución: el chisme, ese que vuela de boca en boca y que corroe la sociedad. Se puede decir que el chisme es la prostitución de la realidad, por su marginalidad pero también por su condición vergonzante que es algo así como tira la piedra y esconde la mano de la que tanto se habla. El chisme es entonces un arma a veces letal que se esgrime contra un personaje o institución para socavar su imagen y restarle credibilidad frente al conglomerado al que pertenece la víctima a la cual le va a ser lesiva y hasta generarle angustias e incomodidades
Sabemos que cualquiera de nosotros somos potenciales objetivos pero surge la pregunta: ¿A quién le sirve, de qué parámetro parte para que le dé resultado? Hay veces se fabrica el chisme partiendo de un hecho y desde ahí se pueden amontonar miles de excusas para recrearlo fortalecerlo y convertirlo en el dardo venenoso que acierta en el blanco escogido.
Digamos que en medio de las confusiones se establece un caos en la información es decir una falsa verdad que genera dudas, malestar con las difamaciones, con las atribuciones de algo que no ha ocurrido así. En el caso de esta campaña electoral se puede afirmar que utilizando las redes sociales ha germinado el chisme, la mentira, la cizaña destructora y en la prensa se llama amarillismo, pero además amparada por la violencia que no solo buscar difamar sino también generar miedo induciendo a los votantes a cohibirse de la opción de determinado candidato o candidata, en resumen: como están las cosas estamos cayendo en la posibilidad de restarle importancia a una afirmación verdadera y asumirla como un chisme pero a la vez difundir el chisme como una verdad y esto apenas comienza.
Foto: Facebook y Archivo personal de Hernando Urrutia