HERNANDO URRUTIA Director de Programación Vientos Stereo
Me pareció un chiste por parte de mi compañera el que abrazara un árbol y mas que le pidiera permiso para hacerlo, pero le seguí la corriente y vigilé para que no tuviera inconvenientes o interrupciones.
Habían otras personas ejecutando el mismo acto de sanación ante mis ojos un poco incrédulos, pero tampoco negados a reconocer que ese enorme ser natural es un ser vivo, que todos los días desde muy temprana edad forma parte de una comunidad forestal y asume el rol imperceptible de participar en la gran cadena natural.
Ignoramos o nos hacemos los que no sabemos en aras de determinados intereses de esta maravillosa manifestación de vida que establece ciclos para funcionar y una razón de ser del por qué se da esa interacción.
Y entonces nos convertimos en enemigos de la naturaleza: envenenamos el agua, arrasamos la biodiversidad, secamos los ríos y propiciamos desastres que la mayoría de las veces son irreversibles, pero lo peor es que nos “sorprendemos” de los fenómenos naturales dándole la espalda a la explicación y dejando que más adelante alguien descifre lo ocurrido y busque los culpables.
Y así funcionamos, pensando en que tumbar un árbol es algo intrascendente muy lejos de la categoría de un crimen ecológico, además que es en aras del progreso, que una vida de cientos de años se puede echar por la borda y que los desastres suceden porque somos muy de malas.
Estas reflexiones me viene a la cabeza oyendo la minimización del hecho de acabar con especies en la ciudad por parte del doctor Peñalosa para establecer felicidad, o sea que el concepto de felicidad es acabar con las fábricas de oxígeno, de regulación del CO2 y reemplazar el pasto natural por uno artificial que lesiona a los jugadores?
Solo le quiero enviar un mensaje al doctor Peñalosa:
Los árboles respiran con nosotros, matarlos es propiciar nuestra propia asfixia.
Talar es depredar.
Estamos envenenando a unos para favorecer a otros.
Cada que se tumba un árbol, muere la naturaleza.
El desastre está más cerca de lo que pensamos.
Pagaremos con creces el cambio climático.
La armonía natural no es arrancar unos y sembrar otros.
La tala deja indefensa la naturaleza.
Con la tala la gente abrazara el vacío.
Ser sensibles con la naturaleza es ser solidario con la vida.
Un conjunto de árboles no son los estorbos de los que se habla sino que son una comunidad forestal.
Y no se puede minimizar la cifra de 36.000 unidades arrasadas por la motosierra, de las cuales forma parte los del parque de San Cristóbal de la localidad cuarta, cuyo alcalde, cumpliendo el libreto central repite el discurso de los árboles enfermos.
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Foto Hernando Urrutia: Hernán Riaño